jueves, 9 de agosto de 2018

Rebelde sin pausa




Esta mañana me he quedado patidifusa al leer que la Universidad Autónoma de Madrid, impartirá a partir de octubre un curso para ser “influencer”. Agatha Ruiz de la Prada será la directora honorífica. Los requisitos son: Ser mayor de edad, tener un blog, y una cuenta activa en Instagram o YouTube. La duración será de seis meses y no encuentro información sobre qué título oficial es el que se obtiene. El nombre del curso es: Intelligence Influencers: Fashion & Beauty.

Podía haber dejado la noticia ahí, en stand by cerebral, pero conforme pasaban las horas le iba dando vueltas a lo que puede llegar a ser el cursillo, y las probables asignaturas que se impartirán. He intentado llevar a cabo el ejercicio de la previsualización, imaginando a un chico o chica de 18 años que tras finalizar el bachillerato, llega a casa y comunica a sus padres que quiere ser eso, influencer. Lo primero que se me ocurriría es preguntarle que en qué cojones (así de claro) pretendía influenciar a quiénes (dada su extensa experiencia en la vida en general y su capacidad de convocatoria mundial) a lo que posiblemente contestaría que para eso se inscribía en la universidad, ya que la premisa es desenvolverse en las redes sociales de tal manera  que puedan exprimir al máximo sus cualidades y lograr con esos medios ganarse la vida. O sea, entiendo que medio año y con cuatro triquiñuelas de moda, belleza y muchos morritos mirando a cámara, tienen la posteridad asegurada. Pero ¡ay! ¿Están seguros de que los requisitos serán únicamente los mencionados más arriba? ¿O van a empezar a excluir a aquellos y aquellas que padezcan acné, tengan la nariz grande, sobrepeso, bizcos, orejudas, espagueti o tartamudos? Y lo que es peor, porque puede que aceptar los acepten a todos (desconozco el coste de los estudios, pero me temo un ostión) ¿y si una vez abran el canal social no se comen una rosca y lo que reciben son comentarios odiosos, humillantes o un triste contador a cero? Me aterra. 

Me aterra que algunos intenten convertir a las próximas generaciones en maniquíes de escaparate, que los preparen para luchar ante una pantalla por conseguir unos tacones o un pintalabios de purpurina, que la libertad y los derechos los encuentren sólo en un selfie, que las apariencias pretendan engañar, que oculten un vacío existencial tras una máscara luminosa, que no atiendan a más consejos que los de una pava de su edad hablando de la depilación definitiva, que obvien lo que ocurre más allá del cuarto del ordenador, y que acaben en pocos años siendo todos, los que influyen y los que se dejan influenciar, en una manada de androides exquisitamente vestidos y fascinantemente estúpidos.

Más tarde, y tras dejar reposar la información, he preferido confiar en que esos alumnos sean los menos, y que todas las otras carreras y profesiones, se llenen de jóvenes con principios, con una ideología propia, cultivados, luchadores, curiosos, inquietos y que no necesiten conectarse a un canal de Instagram para saber cómo han de pensar, vestir, actuar, viajar o sentir. 

PD: No dejen el futuro de la civilización en manos de Ruiz de la Prada. Imploro.