No sé a qué es debido, pero
últimamente en mis ensoñaciones de sobremesa, tiendo a encontrarme como antaño
con caballeros de la Edad de Oro. Quisiera creer que no son más que
adormecimientos pero, los descuidos físicos de los hidalgos, tales como
casacas, bocamangas, golillas, espadas, valonas y birretes –que prestamente
empeño a anticuarios boquiabiertos- me hacen dudar. De todas maneras, y se
trate de alucinaciones debidas a mis lecturas o a visitas del más allá que
deambulan por el más acá, siempre intento sacar algún aprendizaje del parloteo
y la garla.
Y así fue como ayer en posición
horizontal y mientras de fondo cuatro mequetrefes se jugaban el futuro de la
nación a base de profecías, aparece a
mis pies Don Diego Hurtado de Mendoza, poeta y diplomático, hijo del General Gran Tendilla y embajador en
la corte de Enrique VIII, después en Venecia, Roma, gobernador de Siena,
desterrado a Granada para combatir a los moriscos, y fallecido por una pierna
gangrenada en 1575 (de ahí el tremendo porrazo que se metió al bajar las
escaleras de caracol)
Poco conocía de su existencia,
aunque pude reconocerlo por su gran belleza, inusual en los tiempos en los que
vivió. No me asusté, debido a la costumbre y prestamente me dispuse a someterle
a un interrogatorio por si era capaz de disipar algunas perplejidades que me
aturden (políticamente hablando, que las otras no hay Dios que las resuelva)
-
Usted dirá qué requiere, don Hurtado, y a dónde
va tan armado
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Mi alma es campo de batalla y sospechas andan por trocalla
-
¿Se debe acaso a los debates que se asemejan a
combates?
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No comprendo cómo estos políticos no les
provocan cólicos nefríticos
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¿Acaso la política no era en sus tiempos
mefítica?
-
En el siglo dieciséis la costumbre era remedio
de males, y digo yo que sean veinte o solo seis, la cosa es justo al revés, y
los hace más mortales
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No pillo lo de costumbre, le ruego que bien me
alumbre
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Se me antojan como pueblo muy medrosos y
apocados, siendo a diario abordados, desplumados y adobados
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¿Adobados?
-
Alelados
-
¿Ninguno le da confianza con templanza y sin
holganza?
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Tú fías
en su mudanza, y ella misma te condena, pues un punto de esperanza te cuesta un
siglo de pena.
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¡No voy a votar en blanco, antes me lanzo al
barranco!
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Quien pone su confianza en voluntad ajena, ni en
pena espere mudanza, ni tema en mudanza pena.
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¡Qué chanza con la mudanza!
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Pudiera llamarlo cambio mas solo rima recambio,
queda mejor la mudanza que si es buena, siempre avanza
-
Total que me deja igual, con panorama banal y
posible hernia discal
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Yo de usted no he abusado, ni siquiera me he
acercado
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Se ha sentado en mi rodilla pudiendo hacerlo en
la silla
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Le voy a dar un consejo, a ver si así la
despejo, vote usted con corazón que es mejor que la razón.