martes, 24 de julio de 2018

En busca del sabor perdido




Mientras miraba fijamente la pantalla con la hoja en blanco para cazar una idea al vuelo sobre la que escribir, me han entrado unas irrefrenables ganas de comerme un caramelo de menta (acción que llevo a cabo unas veinte veces al día) sólo que hoy –en seguida me ha venido a la mente- se me habían acabado. Dado que sin ese sabor extra fuerte en mi paladar  no se dan las conexiones necesarias entre hemisferios para crear, he llevado a cabo una batida exhaustiva por la casa en busca del dulce refrescante que me condujera a escribir algo digno de un primer post. Agujeros en bolsos, cajones, estanterías, botiquín, bolsillos, baúles… He vuelto al despacho sin rastro de golosina, con un abanico perdido veranos ha, once euros en monedas, una pulsera que le robé a mi madre, tres ibuprofenos sueltos y varios mecheros multicolor.
Con esta interesante anécdota me he dado cuenta de que el hecho de buscar algo, por muy abstracto que sea, puede no conducirnos a encontrar lo ansiado, pero seguro que en el camino nos sorprendemos con elementos, historias, personajes, sensaciones o cuerpos, que sin pretenderlo, nos van a aportar mucho más que aquello por lo que iniciamos el rastreo.

Moraleja: Salgan a la búsqueda de cualquier asunto, que lo de menos, va a ser encontrarlo.