Si hay un tema peliagudo y
actual, sobre todo en las redes sociales, es el de la libertad de expresión.
Cuando a uno le interesa, la defiende a capa y espada, cuando la libertad es
del contrario, pone límites y pide penas. Y así nos enfrentamos al complicado y
eterno conflicto de los unos y los otros.
Cuando se protege y apoya, lo
primero que se debe asumir es que ha de valer para todos por igual, y si lo que
se pretende es que lo que no gusta se censure, estamos hablando de todo lo
contrario a la libertad.
Lo que se puede llegar a leer en
Facebook, por poner un ejemplo de canal, es en ocasiones espeluznante, desde
toreros, hasta ciclistas, violencia de género, animales, política, machismo,
homofobia, artistas, y así hasta un sinfín de casos y patrones.
Lo que a ti te puede arrancar una
carcajada, al de al lado le puede ofender y escandalizar; lo que a ti te hiere,
a quien lo lanza lo desternilla de la risa.
Intento –no siempre lo consigo-
andar con cuidado hablando de temas de los que por mi boca podrían salir
barbaridades; reconozco que adolezco de radicalidad en ciertos asuntos
(lógicamente tengo mis principios e ideales), pero, siendo partidaria de que
cada cual exprese lo que se le antoje, a lo más que llego es a dejar de leerlo o
escucharlo si me parece grosero o cruel, partiendo de la premisa de que lo que
yo dibujo u opino, le puede revolver el estómago.
Y todo viene porque esta mañana
he leído unos tweets en los que –a mi modo de ver- un descerebrado lanzaba unas
gracias –a su modo de ver- sobre el caso del niño que cayó al pozo.
Curiosamente la queja y la denuncia social, venía por parte de un tipo cuyos
chascarrillos diarios están llenos de agravio y menosprecio hacia la mujer. Y
podría poner el ejemplo de mil comentarios sobre lo que se debe hacer con los
que huyen en pateras, los homosexuales, la policía, el ejército, el Rey o los
dibujantes que denunciamos lo que nos parece denunciable.
¿Quién y cómo podría decidir lo
que sobrepasa los límites y lo que no? Es más ¿cómo se delimitan? ¿En base a
qué? Si el que acusa también vierte lo suyo en otros tantos temas ¿qué hacemos?
¿Chapamos las redes y empezamos a enchironar a la gente? ¿Me encoleriza que se
suenen los mocos con una bandera pero me troncho cuando queman una distinta?
Personalmente soy partidaria de
que cada cual se exprese como más guste, me joda o no, entre otras cosas porque
me parece bastante más peligroso coartar las libertades y depender de un examinador
que probablemente resulte parcial, que de elegir a quien se lee, a quien se
escucha y a quien, por qué no, se manda a la mierda (ejerciendo nuestro más
legítimo derecho a la propia voluntad)