miércoles, 16 de enero de 2019

Las invasiones bárbaras (modo psique)




El primer libro de autoayuda que leí, recomendado por una psicóloga que pretendía convertirme en una persona menos sufridora, se titulaba “Cuando digo no, me siento culpable” y realmente me ayudó una mierda porque seguí comprando todos y cada uno de los libros que me aconsejaba, sin ser capaz de decirle que se los leyera su tía. O más amablemente, que no. Pero toda esa experiencia me llevó a concluir (en un muy breve espacio de tiempo) que los volúmenes escritos para tal menester, no sirven más que para las dos primeras noches -pongamos que en cinco capítulos- te convenzas de que te vas a levantar siendo Barbarella, pero cuando te acabas el café y vuelves a hacer lo mismo que el día anterior y que el otro y que lo mismito de dos meses atrás, entiendes que no hay gurú escribiente que te saque de tu anclado comportamiento conductual. El machaque mental no es algo que me seduzca y el tener que pararte a pensar en cada situación cómo deberías reaccionar, te convierte en un autómata sin libre albedrío, que se despoja de su naturalidad y esencia para transformarse en un prototipo de lo que el ser perfecto debería reflejar. ¿Eso es felicidad? ¡Eso es un sinvivir!

Volviendo al principio y un tiempo después, cuando seguía diciendo sí aunque realmente quería decir una polla como una olla, me vendió un ejemplar de Mujeres que aman demasiado. Curiosamente lo leí hasta el final, asintiendo con la cabeza,  y llevando a cabo todos los ejercicios requeridos, sintiéndome durante la lectura como, sí, efectivamente, Barbarella, y por supuesto como una mujer que quiere en demasía (a lo cual a día de hoy aún no le encuentro lo negativo) y debía poner manos a la obra –obviamente con la ayuda de la susodicha y a sesión semanal- para desear menos y entregarme lo mínimo, con una serie de estrategias más propias de las invasiones de Gengis Kan que de una mujer sencillamente enamorada.

Verán, la teoría de todos esos panfletos cargados de tan buenas intenciones como un tubo de Hemoal, es beneficiosa y saludable, y a nadie le puede hacer mal ir por la vida con una sonrisa aunque tu pareja te diga que se está tirando a tu psicóloga, pero es que el ser humano, la esencia más intrínseca del ser humano, es la de equivocarse, la de cagarla hasta el fondo, la de hacer caso omiso a los sabios consejos, la de no escuchar la voz interior, la de elegir estrepitosamente mal, la de reponerse, insistir y navegar a contra corriente  hasta que un día, perdido y contrariado, te dé por entrar en una librería y comprar el tomo número tres de “Como irte a dormir siendo una cucaracha y despertar convertido en…”

Claro, Barbarella.
Y todo vuelve a empezar.