Mail recibido de Francis G.
Weimberg esta misma mañana. Lo publico sin permiso.
"Pasé Año Nuevo en cama, hubiera
hecho cualquier cosa por evitar los canelones de mi madre, que más que
canelones parecen brazos de gitano, rellenos a rebosar de bechamel y salvelino
en salazón. Tampoco me apetecía entrar en discusiones con mis cuñados sobre política,
viendo como la yugular se les hincha y dejan el país con su ideología como si
lo gobernara Pol Pot. Por otro lado la escena de mi padre, dormido sobre la
sopa, roncando y con un hilo de baba corriendo barbilla abajo, no era mi
ideal de día festivo. Así que, revelándome contra mis genes continuamente,
alegué que el rakfisk de la noche anterior se me quedó en la traquea y no iba
a poder bailar la típica danza bávara del 1 de enero.
Matilde (mi amada esposa) si fue,
claro que fue, y fue únicamente para restregarme durante horas la mala leche
que tiene mi madre y lo repelentes que son mis sobrinos (con lo que estoy
totalmente de acuerdo). Me trajo un canelón para que me alimente lo que queda
de semana.
Pasé el día leyendo a
Aristóteles, con lo cual todo daba vueltas a mi alrededor y me encontraba perdido.
Mientras Matilde se depilaba el
bigote entre lágrimas, la miré de frente y le pregunté:
-
¿Crees que como seres inanimados hacemos sin saber lo
que hacemos? ¿Es posible que tú sepas el qué y yo en cambio el por qué?
Se arrancó un pelo, dio un grito
y me dijo:
-
¡Quita de la luz, joder!
Volví a la cama con un
pedazo de canelón y un libro de Forges; cada día nos parecemos más a las
viñetas del dibujante.
PD: ¡Nadie hace la bechamel como
mi madre!"