domingo, 3 de febrero de 2019

La sombrilla del diablo




Esta mañana -no recuerdo a cuento de qué y casi que mejor- me ha dado por pensar en las posesiones maléficas por parte de espíritus. Y me pregunto por qué siempre se trata de almas perversas, de niños que murieron en una casa con buhardilla, tarados que guardaban órganos humanos en el sótano, viejas que rodaron escaleras abajo en una silla de ruedas o demonios que babean en verde y convierten las cervicales en giros de 360 grados. A ver por qué no puede poseerte uno que haya pasado a la historia por sus bonanzas y afables hazañas. Que se adentre en tu cuerpo Nelson Mandela, que te invada la esencia de Gandhi, que en un soplo de aire frío te posea Mary Poppins. ¿A qué viene que tu niña esté viendo los Teletubbies en el televisor y le penetre por los ojos Charles Manson en vez de Laa-Laa o Po? ¿Dónde anda la sustancia etérea de Michael Landon corriendo por la pradera y llorando en cada puesta de sol, de Chanquete asando sardinas para los niños que silban en bicicleta o de Diana de Gales ofreciendo rosbif a los indigentes?

No entiendo que todos los espíritus que flotan en el ambiente y se han quedado en ese limbo a la espera de que resuelvas su asesinato, sean crueles y rencorosos, y que disfruten de lo lindo escondiéndose tras los ojos de una muñeca antigua, moviendo los columpios a las tantas de la madrugada o apareciendo al final de los pasillos andando a cuatro patas por el techo,  mientras que los bonachones que podrían poseerte con dulzura y sin aspavientos, estén tan anchos en las alturas viendo como los exorcistas se llenan los bolsillos y declaman en latín atándote a la cama y leyéndote pasajes de la Biblia a grito pelado.

Sin embargo, claro,  no me imagino a Jack Nicholson en El Resplandor  poseído por Gloria Fuertes, pasillo arriba pasillo abajo recitando “cada oveja con su pareja y cada pato con su pata”. Ni a Linda Blair en El exorcista, embrujada por Torrebruno cantando que tigres y leones quieren ser los campeones. Será que no acojona (o bueno, sí, pero de otra manera).

En fin, que si me han de poseer (y no puede ser en vida Russell Crowe) me pido a Jane Austen, Tamara de Lempicka o Doris Day, que miedo ya doy sin ánima posesiva alguna.

Vade retro, Satanás.