No, en serio. Está siendo
altamente complicado entender lo que transmite una esencia. En primer lugar
porque les ha dado por lanzar los anuncios en otros idiomas, primando inglés y
francés, y eso es contraproducente incluso para la marca. Imagine que ha logrado
pronunciar correctamente Karowlinn Ereuwra y se acerca a su perfumería a
adquirir el producto para el que previamente ha estado dando clases on line de
dicción y ahorrando unos meses. No le van a entender ni papa, va a tener que
repetirlo varias veces, al unísono con la dependienta, y van a parecer
Pimpinela en versión neoyorkina.
Todo esto empezó con aquel “Lou
Lou? C’est moi”, cuya traducción vendría a ser algo así como “Mari Mari? Soy yo”.
Frase que en nuestro país ha sido utilizada desde que se inventaran los
interfonos comunitarios, pero que al darle el toque glamuroso del francés, se
convierte en aroma de lujo. Peacco Uarabann (que de toda la vida se ha
pronunciado Paco –como el vecino- Rabán) te lanza unas peroratas con acento de
Michigan, que no las pilla ni un filólogo anglosajón, y puedes comprar su
colonia con la duda de si estás colaborando a que construyan el muro con
México.
Pero además de esos eslóganes
demoniacos, está la puesta en escena, que te deja pensando en cómo tú puedes
ser tan cutre echándote perfume, visto lo visto. A ver, vosotros cuando salidos
de la ducha os ponéis desodorante y después os pulverizáis con vuestra esencia
preferida ¿Hacéis yoga en la acción? ¿Os retorcéis como llevados por el viento?
¿Ponéis cara de haberos metido un chute
de opiáceos? ¿Os da un vahído? ¿O vais repitiendo por todo el barrio y en un impoluto
italiano de Boccaccio “Sí a la legerezza, sí a l’amore, sí a me stessa” ahí con
tu moño, las chanclas y el carrito de la compra?
Hay uno de Chanel que a mí
personalmente me aterra, que empieza con una tipa retorciéndose en unas telas
que la enredan, con convulsiones neurológicas, hasta que logra partirse la
columna vertebral y huir atravesando una pared de diamantes, acto que le
fractura el cúbito pero le da igual porque está perfumada, y tras una lluvia de
meteoritos que le refrescan el sofoco, llega a un amanecer plutoniano lo menos,
y pone una cara así como de orgasmo a medias, que prefiero ponerme una ristra
de ajos que ese efluvio alucinógeno.
En fin, que con lo fácil que era
aquello de “Agua brava, una brava aventura” no sé para qué nos complicamos de
tal manera la vida. Eso sí, con acento o sin él, no dejéis de oler bien, que bastante
apesta todo.