miércoles, 18 de septiembre de 2019

Se os están yendo de las manos los anuncios de colonias. Y lo sabéis.




No, en serio. Está siendo altamente complicado entender lo que transmite una esencia. En primer lugar porque les ha dado por lanzar los anuncios en otros idiomas, primando inglés y francés, y eso es contraproducente incluso para la marca. Imagine que ha logrado pronunciar correctamente Karowlinn Ereuwra y se acerca a su perfumería a adquirir el producto para el que previamente ha estado dando clases on line de dicción y ahorrando unos meses. No le van a entender ni papa, va a tener que repetirlo varias veces, al unísono con la dependienta, y van a parecer Pimpinela en versión neoyorkina.

Todo esto empezó con aquel “Lou Lou? C’est moi”, cuya traducción vendría a ser algo así como “Mari Mari? Soy yo”. Frase que en nuestro país ha sido utilizada desde que se inventaran los interfonos comunitarios, pero que al darle el toque glamuroso del francés, se convierte en aroma de lujo. Peacco Uarabann (que de toda la vida se ha pronunciado Paco –como el vecino- Rabán) te lanza unas peroratas con acento de Michigan, que no las pilla ni un filólogo anglosajón, y puedes comprar su colonia con la duda de si estás colaborando a que construyan el muro con México.

Pero además de esos eslóganes demoniacos, está la puesta en escena, que te deja pensando en cómo tú puedes ser tan cutre echándote perfume, visto lo visto. A ver, vosotros cuando salidos de la ducha os ponéis desodorante y después os pulverizáis con vuestra esencia preferida ¿Hacéis yoga en la acción? ¿Os retorcéis como llevados por el viento? ¿Ponéis cara  de haberos metido un chute de opiáceos? ¿Os da un vahído? ¿O vais repitiendo por todo el barrio y en un impoluto italiano de Boccaccio “Sí a la legerezza, sí a l’amore, sí a me stessa” ahí con tu moño, las chanclas y el carrito de la compra?

Hay uno de Chanel que a mí personalmente me aterra, que empieza con una tipa retorciéndose en unas telas que la enredan, con convulsiones neurológicas, hasta que logra partirse la columna vertebral y huir atravesando una pared de diamantes, acto que le fractura el cúbito pero le da igual porque está perfumada, y tras una lluvia de meteoritos que le refrescan el sofoco, llega a un amanecer plutoniano lo menos, y pone una cara así como de orgasmo a medias, que prefiero ponerme una ristra de ajos que ese efluvio alucinógeno.

En fin, que con lo fácil que era aquello de “Agua brava, una brava aventura” no sé para qué nos complicamos de tal manera la vida. Eso sí, con acento o sin él, no dejéis de oler bien, que bastante apesta todo.