Si se hiciera una encuesta
mundial sobre el mejor sentimiento que se puede llegar a percibir, me juego mi
dominio web a que por abrumadora mayoría el ganador sería el amor. Y si a su
definición concreta nos referimos “sentimiento intenso del ser humano que,
partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con
otro ser” nocivo no parece ser.
Parece, he dicho. Porque si
alguna vez habéis estado enamorados, sabréis que no hay nada más
desequilibrante, bipolar y tremendamente jodido, que el amor. Vale, acepto que
cuando lo del cosquilleo y las ganas de comértelo/a a besos, caminas por la
vida como si hubieras crecido un palmo, te invade la euforia, saludas al
cartero, ves delfines en el horizonte marítimo, adelgazas, quieres viajar a
París, desayunar en la Toscana, reformar el vestuario, reír hasta viendo el
sorteo de la Once, subir en globo, bajar en paracaídas, oler su camiseta,
llevarte el móvil a la ducha por si llega su mensaje, y por supuesto hacer el
amor (follar entonces no se folla). El problemita llega cuando –y según los
estudios científicos- pasan a lo sumo dos años y todo, hasta la barriga, se
cae. Y así fue, es y será.
Porque como las ruedas de un
coche, la piruleta en la boca, la tinta del boli Bic o las pilas del vibrador,
todo acaba por desgastarse y pasar a mejor vida. Y en este caso a mejor
mariposa (que es otra cosa)
Cuando –con convivencia o sin
ella- sale usted una mañana de casa y siente un peso sobre los hombros que le
hace menguar dos palmos, le invade un no sé qué que qué sé yo, le gira la cara
al cartero, ve un petrolero en el horizonte marítimo, se pone como un cerdo,
cancela el viaje a la región parisina porque se juega el derby, desayuna un
café solo en el bar de la esquina, sigue con la camisa a cuadros que le regaló
en el San Valentín del año pasado, llora porque no le ha tocado el cupón, sube
en ascensor y baja a pata, huele a coliflor al llegar a casa, se queda sin
batería en el móvil aposta, y por supuesto folla una vez a la semana sin
preliminares ni música de fondo, ha llegado usted al final de una etapa, a no
saber qué le vio ni qué gracia le encontró, a decidir que el mejor sentimiento
lo proporciona el escapismo, y a entender por qué a los ricos y famosos les
dura menos una pareja que el chocolate en mi alacena.
Así que si se embarcan, si les
tienta, si lo advierten, que sepan que tiene fecha de caducidad y estén
preparados, y eso sí, mientras dure, vuelen
a París, saluden al personal, rían con los delfines y hagan todo cuanto puedan,
el amor.
Feliz San Valentón!