No me cansaré de repetir que la
realidad supera con creces la ficción en todos los campos y que no somos
capaces de imaginar cómo nos pueden sorprender diariamente noticias casi
increíbles.
Cuando hace unos días escuché que
la UE se estaba planteando crear un impuesto para las ventosidades de las
vacas, di dos pasos atrás (estaba en ese momento acercándome a los ojos de una
de mis viñetas) para mirar de refilón el televisor y prestar atención a lo que
creía haber oído con distorsión. Puse
manos a las búsquedas y me encontré que las susodichas no son solo apestosas,
sino que suponen un 15% de los gases
efecto invernadero que se emiten anualmente, y las flatulencias diarias de una
vaca, equivalen a 300 litros de metano (gas por otro lado incoloro e inodoro,
por lo que retiro lo de apestoso) Digo yo que el gravar al ganado con una tasa,
no evitará que cualquier día explotemos todos por culpa de un bovino con
dispepsia abdominal, y tal vez deberían centrarse más en el tipo de
alimentación o en transformar ese gas noble en comida (también he encontrado un
artículo sobre el emprendimiento de tal hazaña), pero yendo de una cosa a la
otra y en vista de que las pedorretas vacunas no daban más de sí, me he
entretenido en encontrar impuestos curiosos que sufren algunos ciudadanos del mundo.
En Japón, por ejemplo, se propuso
crear un tributo para los solteros agraciados físicamente, rebajándolo a los
cayos malayos y dividiendo así a los
cotizantes en 4 categorías: Guapos, normales, feos y muy feos. La objetividad
del jurado la desconozco, pero imagino a una gran parte de la población
masculina realizándose operaciones estéticas a la inversa o rezando para tener
un hijo malencarado.
En Austria y más concretamente en
sus poblaciones dadas al esquí y la afluencia de turistas amantes de la nieve,
implantaron una tasa a todos aquellos que se dieran de bruces contra un abeto y
necesitaran de una inmovilización de yeso para su fractura ósea. Era tal el
registro de inútiles bajando en eslalon por el Tirol Oriental, que el gasto en
escayola del gobierno no daba ni para una tarta Sacher.
En Corea del Sur a todo aquel que
se realice una operación de estética innecesaria (así como la del japonés guapo
de más arriba) tendrá que sumar un buen pico a la factura, ya que una simple
malformación de napia u orejas, no son consideradas imprescindibles y sí un
síntoma de vanidad y altanería (esto es cosa mía)
Resumiendo, que si es usted
propietario de una vaca, guapo a rabiar, un patoso esquiador o tiene unas patas
de gallo que le llegan a la nuca, vigile donde reside o pida asilo político en
una nación de mínimas contribuciones, tribulaciones y por supuesto,
emanaciones.