martes, 7 de mayo de 2019

¡Mamma mía! (con admiración)






El pasado domingo, día de la madre, ha dejado una polémica que no acabo de entender. O sí que lo entiendo cuando la costumbre de moda es polemizar por absolutamente todo lo que se mueva. Parece ser que ahora el ser una buena madre, es un escándalo y si llevas a cabo una serie de roles tales como cambiar pañales, pasarte la noche en vela con las fiebres, cocinar para tus hijos, secarles el pelo, recogerlos en el cole para llevarlos al parque, ayudarles con los deberes y, en resumidas cuentas, dedicarte a ellos, eres retrograda y menos feminista que Torrente.  

La campaña publicitaria que tantísimo ha ofendido, ha sido la de El Corte Inglés, en la que se ve a una mujer tras el lema: “97% Entregada – 3% egoísmo – 0% quejas – 100% Madre” y las acusaciones vertidas por ciertos colectivos y partidos políticos, aluden a un estereotipo patriarcal que somete a la mujer a un papel de madre por encima del resto de funciones de una mujer.

Y a mí todos estos modismos exagerados e histéricos, me empiezan a recordar a aquellos espías de la censura que veían en un vestido rojo una clara insinuación a la lujuria.

En primer lugar quiero dejar muy claro que estoy hablando de “madres” sin comparación alguna con “padres”, y hablo de madres humanas, ni conejas, ni leonas, ni jirafas, ni marcianas. Una madre de nuestra especie que echando un polvo, o por inseminación o adopción, decide tener un hijo o hija. En ese mismo momento asume una responsabilidad y un compromiso, moral, ético y recogido por ley en el código civil como “Responsabilidad parental” debiendo cuidar al hijo, convivir con él, darle alimentos, cuidarlo, procurarle una educación, respetar sus derechos, orientarlo, guiarlo y facilitar su relación con familiares y amigos.

Además de todo esto existe algo tan difícil de delimitar y medir como el instinto maternal, que surge en algún rincón de no sé dónde, como el enamoramiento o cualquier otro sentimiento, pero en este caso multiplicado por Pi. Es así, sale de dentro aquí y en la conchinchina.

Obviamente una puede decidir pasar olímpicamente de los hijos, dejarlos al cuidado de otra persona, priorizar cualquier otra labor, dejarles tiques del McDonald’s para su alimentación y verlos un rato por la noche cuando ya duermen y ha terminado sus quehaceres diarios. Puede, claro, pero que no les engañen los movimientos contra natura, esos que si ven un oso polar haciendo arrumacos a su cachorro rompen a llorar, y si ven a una madre (insisto, humana) limpiándole los mocos a su hijo, ponen el grito en el cielo porque está sometida, humillada e inmersa en una sociedad machista. No quiero ni pensar lo que dirían si aparece en uno de esos anuncios una mami haciendo magdalenas, tortilla de patatas, salir del trabajo cagando leches para llevar a la cría a urgencias, coserle el nombre en la bata del cole, pasarse la noche consolando un desamor, o recoger a los hijos ya adultos cuando no pueden con la hipoteca, la pareja o la vida.

¿Qué todo eso lo puede hacer un padre? Por supuesto, si lo hay. Pero ya les dije, hablo de madres, y en cualquier cultura (puede que incluso en Marte) apartando esas excepciones que confirman la regla, una buena madre, desde el punto de vista no de la sociedad o la publicidad, sino desde el del hijo, es aquella que se entrega, que está, que se siente y que cuando falta, la echas de menos cada día del resto de tu existencia.

Yo he tenido –y tengo y que me dure- la suerte de  contar con una madre así, y serlo también desde hace ya veinte años, con orgullo, con naturalidad y sintiendo en el alma que haya tanto amargado por el mundo sin más quehacer que dar por culo en cualquier celebración.

PD. Si no opina lo mismo hay varias opciones: 1. No tenga hijos 2. Delo en adopción que seguro que habrá quien quiera amarlos como es debido.