El pasado domingo, día de la
madre, ha dejado una polémica que no acabo de entender. O sí que lo entiendo
cuando la costumbre de moda es polemizar por absolutamente todo lo que se
mueva. Parece ser que ahora el ser una buena madre, es un escándalo y si llevas
a cabo una serie de roles tales como cambiar pañales, pasarte la noche en vela
con las fiebres, cocinar para tus hijos, secarles el pelo, recogerlos en el
cole para llevarlos al parque, ayudarles con los deberes y, en resumidas
cuentas, dedicarte a ellos, eres retrograda y menos feminista que Torrente.
La campaña publicitaria que
tantísimo ha ofendido, ha sido la de El Corte Inglés, en la que se ve a una
mujer tras el lema: “97% Entregada – 3% egoísmo – 0% quejas – 100% Madre” y las
acusaciones vertidas por ciertos colectivos y partidos políticos, aluden a un estereotipo
patriarcal que somete a la mujer a un papel de madre por encima del resto de
funciones de una mujer.
Y a mí todos estos modismos
exagerados e histéricos, me empiezan a recordar a aquellos espías de la censura
que veían en un vestido rojo una clara insinuación a la lujuria.
En primer lugar quiero dejar muy
claro que estoy hablando de “madres” sin comparación alguna con “padres”, y
hablo de madres humanas, ni conejas, ni leonas, ni jirafas, ni marcianas. Una
madre de nuestra especie que echando un polvo, o por inseminación o adopción,
decide tener un hijo o hija. En ese mismo momento asume una responsabilidad y
un compromiso, moral, ético y recogido por ley en el código civil como “Responsabilidad
parental” debiendo cuidar al hijo, convivir con él, darle alimentos, cuidarlo,
procurarle una educación, respetar sus derechos, orientarlo, guiarlo y facilitar
su relación con familiares y amigos.
Además de todo esto existe algo
tan difícil de delimitar y medir como el instinto maternal, que surge en algún
rincón de no sé dónde, como el enamoramiento o cualquier otro sentimiento, pero
en este caso multiplicado por Pi. Es así, sale de dentro aquí y en la conchinchina.
Obviamente una puede decidir
pasar olímpicamente de los hijos, dejarlos al cuidado de otra persona,
priorizar cualquier otra labor, dejarles tiques del McDonald’s para su alimentación
y verlos un rato por la noche cuando ya duermen y ha terminado sus quehaceres diarios.
Puede, claro, pero que no les engañen los movimientos contra natura, esos que
si ven un oso polar haciendo arrumacos a su cachorro rompen a llorar, y si ven
a una madre (insisto, humana) limpiándole los mocos a su hijo, ponen el grito
en el cielo porque está sometida, humillada e inmersa en una sociedad machista.
No quiero ni pensar lo que dirían si aparece en uno de esos anuncios una mami
haciendo magdalenas, tortilla de patatas, salir del trabajo cagando leches para
llevar a la cría a urgencias, coserle el nombre en la bata del cole, pasarse la
noche consolando un desamor, o recoger a los hijos ya adultos cuando no pueden
con la hipoteca, la pareja o la vida.
¿Qué todo eso lo puede hacer un
padre? Por supuesto, si lo hay. Pero ya les dije, hablo de madres, y en
cualquier cultura (puede que incluso en Marte) apartando esas excepciones que
confirman la regla, una buena madre, desde el punto de vista no de la sociedad
o la publicidad, sino desde el del hijo, es aquella que se entrega, que está,
que se siente y que cuando falta, la echas de menos cada día del resto de tu
existencia.
Yo he tenido –y tengo y que me
dure- la suerte de contar con una madre
así, y serlo también desde hace ya veinte años, con orgullo, con naturalidad y
sintiendo en el alma que haya tanto amargado por el mundo sin más quehacer que
dar por culo en cualquier celebración.
PD. Si no opina lo mismo hay varias
opciones: 1. No tenga hijos 2. Delo en adopción que seguro que habrá quien
quiera amarlos como es debido.