jueves, 2 de agosto de 2018

La historia terminable




Leyendo así en diagonal la biografía de Nietzsche, sentencio que uno debería procurarse una vida digna de ser recopilada en unos cuantos cuadernillos. Que lo consiga o no ya es otra cosa, pero en el intento –y nunca mejor dicho porque el final siempre es el mismo- habría que morir.

Miren, les pondré algún que otro ejemplo de lo que debe ser una biografía de pro, porque si no hacen algo por mejorarlo, sus vidas se pueden resumir en medio folio y además de triste, es insultante, ya que como en principio solo disponemos de una, no la deberíamos desperdiciar con vulgaridades y perezas. Hagan un ejercicio mínimo e imaginen lo que a día de hoy sería su biografía en el caso de (la salud no lo quiera) perecer.

Siguiendo con las hazañas del pensador alemán y tomándolo como referencia para nuestra futura entrada en la Wikipedia, hay 3 o 4 puntos que no podemos desestimar:

-          Desamores y aventuras sentimentales.
-          Trastornos psicológicos.
-          Algún tipo de legado intelectual.
-          Desplazamientos internacionales.

Si no reúnen estas cuatro características en sus hazañas bélicas, pueden darse por seres anodinos sin interés alguno para las generaciones venideras. Así de crudamente se lo digo.
Nietzsche –por nombrar al que tengo en mente ahora mismo- era un desequilibrado que pasó sus días y más sus noches, luchando entre el ferviente catolicismo de sus progenitores y el paganismo al que se adhirió para exculpar sus pecados. Una de sus jóvenes amantes (amantes es un decir, ya que lo que más recibía por parte de las damas eran calabazas) lo fue también de Freud y Rilke. Ahí es nada. Viajó y se instaló en varias ciudades europeas. Fue íntimo amigo de Wagner hasta que la composición -por éste- de Parsifal le puso de los nervios y partieron peras. Tuvo episodios de ceguera, terribles migrañas y temporadas de paralizantes dolores estomacales. Escribió obras tan influyentes como “Así habló Zaratustra” y acabó sus días loco de atar, sin que se haya podido especificar el motivo de su muerte, barajando la sífilis o un cáncer cerebral.

A pesar de haberme dejado infinidad de detalles que les dejarían boquiabiertos, imagino que podrán hacerse una vaga idea de lo que quise decir más arriba, con lo de procurarse una historia suculenta. ¿Lo pillan?

Y si no son capaces de levantarse de la silla y prefieren seguir viviendo de ilusiones asesinadas por la cobardía, al menos cojan una hoja en blanco, pongan a trabajar su sesera y escriban en ella una frase tan flamante, lapidaria e impactante como la del susodicho:

¡Dios ha muerto!

PD: Pero ustedes no...